Giulio Valz-Gen

Tres eventos, conectados entre sí, marcarán los próximos 15 días (y seguro más) de nuestra ajetreada política, calle y carretera: la ‘’ anunciada para el 19 de julio (y en adelante), la elección de la nueva del Congreso y el mensaje deque la presidenta debe dar ante el Parlamento.

La muerte de 49 peruanos durante las movilizaciones de diciembre y enero pasados explica por qué las movilizaciones tienen tanta cobertura. Hay ansiedad ante lo que puede (y no puede) pasar.

Pero el primero en la fila de los angustiados es el Gobierno. No es fácil tratar de manejar el país sabiendo que solo el 13% (“Perú 21″-Ipsos) te apoya. Si algo había que hacer en estos últimos días, era tratar de no cometer errores. La reunión de La Resistencia con el Mincul, la designación de la casi censurada (¡hace cuatro semanas!) exministra de Salud en Essalud, el silencio de la mandataria por la acusación de plagio de un libro del que es coautora y el ‘terruqueo’ generalizado a los que señalan que van a movilizarse no son precisamente eso.

La intención de muchos de quienes marcharán no es solo hacerse escuchar. Buscan la reacción del Ejecutivo y la crisis política. Necesitan caos y convulsión para tratar que caiga el Gobierno y el Congreso o que, al menos, uno se demarque del otro. Sin ir muy lejos, que se presente un escenario parecido al que hizo caer al expresidente Manuel Merino hace apenas unos años.

La reacción desproporcionada y violenta de los agentes estatales es el mayor riesgo para el Gobierno. Nadie dice que no se defienda la propiedad pública y privada (eso es lo que corresponde en un Estado de derecho), pero que se haga con inteligencia. La referencia no puede ser lo hecho a principios de año. Eso salió muy mal y el Gobierno no puede repetir los actos que lo han llevado a recibir acusaciones por la presunta violación de derechos humanos.

Con solo 9% de aprobación (”Perú 21″-Ipsos), el Congreso es también, ahora, un objetivo de las movilizaciones. Cualquiera que sea la Mesa Directiva que elijan, lo más probable es que no sea respaldada por la ciudadanía. Si las señales y los errores del Ejecutivo son manifiestos, los del Congreso juegan en la misma liga.

Aunque lograron contener a Pedro Castillo, no han sido capaces de hacer nada más. Y, entonces, la posibilidad de que la Mesa Directiva termine en manos de un bloque de izquierda, sumado a grupos principalmente mercantilistas, abre un nuevo gran abanico de riesgos para la institucionalidad y la economía. ¿Qué puede pasar con una Mesa así? La agenda populista sería el día a día de la gestión y de la comunicación. La institucionalidad (que ya ha sido mellada por el bloque que actualmente controla la Mesa) sería aún más golpeada. La gestión sería tan grave que hasta no me sorprendería que, de darse estas circunstancias, en unos meses sea el fujimorismo el que nuevamente encabece los pedidos por un adelanto de elecciones. También hay que considerar que, dados los antecedentes recientes, quien ocupe la presidencia puede terminar mudándose a Palacio. Claro que la elección genera ansiedad y angustia. Lo raro sería que no.

Y queda la presidenta Boluarte. Ya para el 28 tendrá más claro el impacto de las movilizaciones y de la elección de la Mesa Directiva. En principio, probablemente formulará un recuento aburrido de acciones y proyecciones. Algo tendrá que decir sobre el adelanto de elecciones; seguro será que siempre ha dependido del Congreso y que ella cumplirá lo que este disponga. Alguna medida populista por aquí y por allá, pero lo más probable es que nada más.

Los peruanos vivimos en angustia porque nos enfrentamos a la nada. Ninguno de los actores mencionados tiene una propuesta o visión para el futuro. Podemos hacer proyecciones, pero, en casi todas, el mañana tiene un solo color en distintos tonos: gris.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Giulio Valz-Gen es socio de 50+1, grupo de análisis político